El Índice Global de Innovación (GII, por sus siglas en inglés) es una herramienta clave para evaluar cómo los países promueven y sostienen la innovación, siendo esta una fuerza fundamental para el crecimiento económico y el desarrollo social. Entre los múltiples indicadores que el GII considera, el crecimiento de la productividad laboral ocupa un lugar central, ya que refleja la capacidad de un país para transformar los recursos disponibles en bienes y servicios de mayor valor.
El crecimiento de la productividad laboral está estrechamente vinculado a los avances en innovación tecnológica, la calidad de la educación, la infraestructura digital, y la eficiencia del mercado laboral. Este indicador sirve como una medida crítica del progreso económico sostenido, ya que países con altos niveles de productividad pueden generar más riqueza utilizando menos recursos. Esto, a su vez, impulsa la competitividad en un contexto global.
En el informe del GII, se destacan disparidades significativas en el crecimiento de la productividad laboral entre economías desarrolladas y emergentes. Las economías avanzadas suelen mostrar un crecimiento más estable, derivado de inversiones consistentes en investigación y desarrollo, así como de políticas que incentivan la innovación en sectores clave. Por otro lado, las economías en desarrollo, aunque enfrentan desafíos como la informalidad laboral y las brechas tecnológicas, han registrado avances notables en regiones específicas, gracias al acceso a tecnologías digitales y a la integración en cadenas globales de valor.
Un ejemplo ilustrativo es el impacto de la transformación digital en países de América Latina. Según el GII, los países que han invertido en conectividad y capacitación laboral, han experimentado un crecimiento sostenido en su productividad laboral. Sin embargo, se subraya la necesidad de reducir las desigualdades regionales y sectoriales para garantizar un crecimiento equitativo.
En conclusión, el crecimiento de la productividad laboral no solo es un indicador de eficiencia económica, sino también un reflejo del compromiso de los países con la innovación. Invertir en tecnologías emergentes, educación y políticas laborales inclusivas será clave para mantener una trayectoria positiva en el futuro.
